Uno siempre espera milagros,
definitivamente,
lo supe hoy que inútilmente
quise me tomes en cuenta.
¡Pobre de mí!,
un mal llamado ateo,
a la espera de un milagro
de aquel Dios en que no creo,
rendido,
descubriendo algo olvidado
y que late quizás vivo...
mi corazón.
Milagros...
¡cómo quisiera uno!,
¡aquí!, ¡ahora!, entre los dos,
bien lo sabe Dios
(aunque no lo pido)...
daría mucho más
que la fe de mil milagros
si me quedara contigo.
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