Los chicos se iban acostumbrando de a poco, pero era solo un amigo.
Ella seguía trabajando, teniendo discusiones legales con el padre de sus hijos… ¿qué le pasaba? ¿No podía verla feliz?
Un mediodía él iba a ir a almorzar pero no llegó. Ella lo llamó al celular, y le pasaba a la casilla de correo. No tenía manera de comunicarse.
Al día siguiente el la llamó y le dijo que tenía que hablar con ella.
Lo esperó impaciente, no sabía que pasaba. Era ansiosa y las horas no terminaban su curso nunca.
Hasta que llegó al mediodía. Se sentó y le dijo la oración como si la apaleara con un tubo de hierro.
“Soy casado”
Ella se quedó en blanco, no lo podía creer. Se repetía una y otra vez en su mente “es casado…es casado…”
Le explicó que cuando la había atropellado, se había quedado enamorado de su manera de ser, de su mal carácter, de cómo se había enojado con él. Amaba su ira, su enfado, su risa, su pelo, amaba todo de ella, amaba que le diera paz… pero no podía ofrecerle nada más.
Tenía una familia detrás, la esposa y dos hijos. (los tres de los que habló... ja!)
Que ironía…
¿Que hacía? ¿lo dejaba, porque él tenía compromisos con alguien más o daba rienda suelta a su corazón? Era una guerra sin cuartel entre la pasión y la razón...
Se equivocaba una vez mas.
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